EL CATÓLICO, EL BAPTISTA Y EL RABINO




Un sacerdote católico, un predicador baptista y un rabino que eran amigos tenían la costumbre de tomar siempre un café juntos. Un día, alguien comentó que predicar a la gente no era en realidad tan difícil, que el verdadero desafío sería predicar a un oso. De modo que dicidieron hacer un experimento: irían al boque y cada uno le predicaría a un oso.
El primero en ir fue el sacerdote católico. Volvió con un brazo en cabestrillo, andaba con muletas y tenía vendada la cara. Cuando le preguntaron que había pasado, respondió:
Me interné en el bosque encontré un oso y me puse a leerle el catecismo. El oso no quería saber nada de mí y me atacó. Tomé el agua bendita y le bauticé. Al momento se volvió más manso que un cordero. El obispo vendrá la próxima semana a darle la comunión y confirmarlo.
Quedaron atónitos.
En segundo lugar fue el predicador baptista. Volvió en silla de ruedas y traía escayolados un brazo y ambas piernas. Le preguntaron: ¿qué sucedió?
Me encontré con el oso, comencé a leerle la Palabra, se abalanzó sobre mi y rodamos colina abajo hasta que caimos en el rio. Entoncés lo sumergí rápidamente y bauticé su alma celestial. Al momento también se convirtió más manso que un cordero. Pasamos el resto del día hablando de Jesús.
Marcha el rabino y vuelve destrozado. Todo el cuerpo escayolado y apenas podía hablar. El rábino los miró y dijo. Pensándolo bien, puede que la circuncisión no fuera el mejor modo de empezar.


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